miércoles, 12 de diciembre de 2001

(Resuelto) Nico, más minutos de amor...

Fecha Entrada: 12/12/08
Pasaba tumbado toda la semana, esperando. La corta cadena que lo mantenía atado no daba para mucho, apenas dos metros de la caseta. Los excrementos se mezclaban con el agua que bebía y la escasa comida que le quedaba en su cacharro estaba llena de hormigas.

Esperaba, no sabía contar pero él esperaba, siempre ocurría lo mismo, pasaba el tiempo recordando. Durante las noches frías tiritaba y se acurrucaba como podía en el pequeño espacio que se mantenía limpio, su pelo se cubría de escarcha y no le abandonaba el frío hasta mediodía, cuando empezaba a dar el sol en la reducida área que marcaba la cadena.

Cuando pasaba alguien por la calle abría un ojo y levantaba una oreja: todavía no, seguía esperando. Su finísimo oído le permitía oír los coches en la lejanía, entonces levantaba la cabeza y husmeaba el aire esperando que éste le trajera alguna señal de su amo.

Se le acababa la comida. Pasaba hambre, sabía que aún le quedaba mucho tiempo hasta volver a comer, él esperaba.

En las tardes de invierno se dormía y soñaba que aún era un cachorro y lo llevaban con ellos a ese piso pequeño y ruidoso donde todo era alegría. Correteaba por el pasillo y jugaba con su amo.

Cuando por fin llegaba el viernes él lo sabía. No conocía los días de la semana pero transcurrido todo ese tiempo de espera y sufrimiento sabía que por fin hoy sí. Se despertaba nervioso y cualquier ruido lo hacía husmear, absorber el aire, sabía que ya no faltaba mucho para verlo. Su amor, su amo, su mundo, su vida estaban cerca; ya no tardaría.

Entonces empezaba a ladrar, se volvía loco, se destrozaba el cuello tirando de la cadena, saltaba, movía el rabo frenéticamente, al fin estaba allí, su amo había venido. Lloraba de felicidad, su objeto de amor pasaría cerca de él, percibiría su olor y, con un poco de suerte, le acariciaría apresuradamente la cabeza.



Ya no importaba nada, ni el frío ni el hambre pasados, ni el miedo a no volver a verlo. Por fin había venido, su olor lo llenaba todo, el olor de su amo. El olor de esa mano que lo ataba a la cadena era para él el olor más bello del mundo, era el olor del verdadero amor; todos los sufrimientos habían valido la pena por ese minuto de amor.



Esta historia ha sido escrita por nuestra colaboradora y rescatadora Alicia. Es la historia de Nico y otros tantos Nicos.

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